Las
semanas pasadas estuve en la presentación del libro “Las neuronas de dios” Diego Golombek en
el teatro Margarita Xirgu. Acababa de devorar el libro la semana anterior y me
había encantado.
La
presentación me resultó muy amena y divertida y mi mente se vio nuevamente
sacudida por las ideas y la información recibidas en igual medida de como lo
había sido durante mi lectura del volumen, tal vez a un ritmo más acelerado eso
sí.
No
obstante lo cual salí un poco frustrado del evento. Y eso fue exclusivamente
culpa mía ya que mi timidez congénita me inhibió de inquirir en público en un
teatro colmado una pregunta que me vino a la mente a medida que hablaban.
Como bien
apuntó Darío Sztajnszrajber, filósofo invitado, frente a la condición angustiosa de la vida el
hombre a lo
largo de la historia elaboró dos respuestas muy disímiles. La ciencia y la
religión. Así, frente
a las
preguntas existenciales que enfrenta toda conciencia, ambas ofrecen dos tipos
de respuestas posibles.
Una ofrece certezas y la otra incertidumbre.
Una se basa en creencia, en la fe,
que no es estrictamente una forma de conocimiento, y la otra se basa en un cuerpo de
conceptos que se supone
permanentemente revisado y mejorado. En otras palabras si uno elige la religión
obtendrá respuestas
abarcativas y completas pero muy probablemente falsas, eso siendo muy generoso.
Si en cambio uno elige la ciencia obtendrá respuestas verdaderas pero muy
parciales y sujetas a revisión.
Esta
dicotomía entre algo completo pero falso versus algo verdadero pero parcial
creo yo, que nos habla de
tipos de personalidades o psiquis e incluso de configuraciones de cerebros muy
distintas.
El niño
repite en su ontogenia, la filogenia de
la especie y comienza, como el hombre primitivo
con un
vitalismo intuitivo. La pregunta es porqué algunos continúan en esa tendencia y
siguiendo
generalmente
variables culturales de entorno (la fe de los padres probablemente la
principal) terminan del lado de la creencia religiosa. Algunos pocos, los menos terminan
desarrollando una visión del mundo más racional y positivista que puede o no
incluir una postura férrea de ateísmo.
Pienso
que una mente acostumbrada a la incertidumbre, que puede sentirse cómoda con ideas
como la paradoja, el caos, el infinito y que en términos más pragmáticos no
necesita inmediatamente una explicación para todo su mundo fenomenológico es
mucho menos proclive a desarrollar la idea de dios. Después de todo el buen científico es el que
está a gusto con lo que no sabe en vez de estarlo con lo que sabe. En cambio una mente que
necesita explicaciones acerca de todo lo que le rodea va a terminar eligiendo
respuestas que satisfagan su ansiedad intrínsica devoradora de patrones,
llegando incluso a aceptar y a internalizar ideas muy desarraigadas de la
realidad.
Prefieren
una narración ficcional tranquilizadora a una respuesta científica que les sólo
les termina abriendo más interrogantes y por ende más ansiedad y angustia.
Pero
vayamos de una vez a mi pregunta que motiva este escrito. ¿Existe algún estudio sobre distintas
configuraciones cerebrales o tal vez distintas estructuras psíquicas (ya
poniendonos freudianos) y su relación con la presencia o ausencia de creencias
religiosas? ¿Alguna correlación entre tendencia al pensamiento matemático donde
las ideas de infinito, paradoja o indeterminación son comunes y tendencia al agnosticismo
o escepticismo religioso?
Sería interesante saberlo. no?