domingo, 20 de septiembre de 2020

La curación, enferma ?

              En la escena del arte contemporáneo actual es omnipresente la figura del curador de muestras. Los curadores de arte contemporáneo muchas veces contactan al museo o espacio de exhibición, consiguen los fondos, seleccionan los artistas, disponen el despliegue de las obras en el espacio y elaboran un discurso o eje temático que hilvana a toda la muestra. Como figura de poder han desplazado con mucho a los marchands o galeristas y todos o casi todos los artistas contemporáneos se desviven por estar bajo la égida de algún curador en boga.

            Muchas veces cuando recorro una muestra realizada por un curador ya sea en una bienal, un museo o una galería encuentro que en realidad se privilegia o se considera  más importante al discurso del curador que a las obras elegidas. Porque el curador en realidad está organizando una "meta-obra" de arte que es su propio discurso compuesto por las obras individuales de cada artista seleccionado.  Metafóricamente el curador compone una nueva obra, a la manera de un collage conceptual, utilizando manifestaciones artísticas preexistentes y las reordena o recontextualiza  para adecuarlas a su discurso.   De esta forma, la obra artística individual tiende a perder el significado original de su creador y pasa a ser una metáfora validadora de un discurso ajeno y seguramente independiente y muy posterior al momento inspirativo de su creación.

            El "argumento" elaborado por el curador puede ser concebido a priori y luego se sale a buscar al mundo creativo obras preexistentes que encajen o validen dicho argumento.  O tal vez la generación del discurso se va autovalidando y generando mientras el curador observa la creación contemporánea de arte de su entorno y va eligiendo las obras que le interesan.  Tiendo a creer que la primera opción es la más común ya que el discurso, muy teórico y conceptual de las "metaobras" curatoriales, muchísimas veces viene de campos diferentes, ya sean ideológicos, políticos, sociológicos e incluso psicoanalíticos y casi nunca se generan por ideas puramente estéticas.

           El problema es que la creación de muestras "curadas" implica un recorte realizado por una figura de inmenso poder que siempre va a constituir una visión sesgada de la realidad del espacio de creación artístico existente. En las bienales o grandes muestras colectivas a veces  importa no sólo  los artistas que están, a veces elegidos sólo para sumar su renombre al del curador; sino los que se dejaron de lado, que pueden ser igualmente significativos. Todo basado en una elección arbitraria que depende de una sola persona. Por lo tanto se configura un desplazamiento perverso del valor real de la obra de un artista contemporáneo hacia un valor conceptual dependiente de la potencial utilización o no de dicha obra en la construcción de un discurso externo construido desde afuera por un curador.

            Antiguamente la figura de poder era el marchand o el galerista que supuestamente elegía a los artistas contemporáneos basado en su propio gusto. Los galeristas solían tener un estilo, asociado a una cierta estética, y no un discurso conceptual que aunara a sus artistas. Pero esa figura de poder se ha trasladado a la figura del curador que necesita sí o sí de un discurso conceptual autovalidante para poder construir su espacio y su valía en la escena artística.

            Ese poder es cada vez mayor y como todo poder concentrado genera grandes inequidades.  La práctica artística contemporánea, por lo tanto se ve degradada a ser sólo un pieza de construcción de  un discurso de poder conceptual externo a ella.  Tal vez la curación no sea otra cosa que una enfermedad disfrazada. Pero cuál será la cura a la curación ?.

domingo, 9 de agosto de 2020

Tan certero y actual

    "Los seres humanos tenemos sesgos cognitivos, puntos ciegos en nuestro razonamiento que crean una distorsión. Aquí hay dos sesgos cognitivos tipificados como "sesgo de confirmación" y "efecto del falso consenso". El primero es la tendencia que tenemos todos a favorecer la información que confirma lo que ya creemos y despreciar la que nos contradice, independientemente de la evidencia presentada. El segundo es que tendemos a sobreestimar la popularidad de nuestro punto de vista, porque nuestras opiniones, creencias, favoritismos, valores y hábitos nos parecen de puro sentido común.

    El efecto que tiene la reagrupación algorítmica de las redes sociales que explota estos puntos ciegos es patente en las recomendaciones de grupos en guerra con la realidad. Si te unes al que defiende que la Tierra es plana, en seguida recibirás invitaciones a los de las estelas de los aviones que propagan enfermedades, el hombre nunca pisó la Luna y las vacunas son malas pero la homeopatía cura.

    Los grupos generan un entorno de consenso permanente, aislado del mundo real, donde la credulidad dentro del círculo es máxima y fuera del círculo es nula.

    El rasgo de pertenencia se arremolina en torno al rechazo al "el otro" y su deriva es racismo, genocidio, exterminio y deshumanización."

martes, 2 de junio de 2020

Kilkelly


            En algún momento entre fines de los años 70's y principios de lo 80's, el cantautor norteamericano Paul Jones descubrió un viejo manojo de cartas en el ático de la casa de sus padres en Bethesda, Maryland.
            Eran cartas centenarias escritas por el padre de su tatarabuelo, Byran Hunt,  en Kilkelly, Irlanda a su hijo emigrado a Estados Unidos, el antepasado del cantante. Estaban fechadas entre 1858 y 1892.
            John Hunt, el destinatario de las cartas había emigrado en busca de oportunidades a Estados Unidos en 1855 y trabajaba en la construcción del ferrocarril, trabajo bastante riesgoso en la época.
            Como Byran Hunt era analfabeto las cartas estaban escritas por el maestro de escuela de Kilkelly en Irlanda, llamado Pat Mc Namara. Dichas cartas contenían noticias de nacimientos, muertes y casamientos así como de las pobres cosechas de la época que provocaron la gran hambruna de Irlanda. La última carta, escrita en Febrero de 1892 está escrita por el hermano de John Hunt, informando la muerte de su padre, que preguntó por él hasta el final.
            Están escritas en un estilo muy austero, casi telegráfico pero aún así se trasluce la inmensa tristeza, la pobreza y el desarraigo de los inmigrantes. Temas dolorosamente actuales. En la última carta, el hermano de John Hunt al referirse a la muerte de su padre cuenta que conservó el buen humor y el ánimo hasta el final y hasta comenta su extrañeza ante ese hecho dada la "dura y triste vida que había vivido".
            En todas las cartas se expresa el deseo de volver a ver al destinatario, pidiéndole que vuelva alguna vez de visita a Irlanda.
            Paul Jones hizo una hermosa y melancólica balada en 5 estrofas o "stanzas" usando parte de las cartas como letra. Cada estrofa empieza "Kilkelly, Irlanda" y el año.
            La canción emociona a gentes de todo el mundo porque el dolor, la pobreza y el desarraigo son universales. No importa cuán alejados estemos del siglo XIX y de Irlanda,  Todos nos parecemos en el dolor, tal vez nos diferenciemos en la alegría, pero esta es mucho más escasa, aunque tan necesaria.
            Qué otra cosa se puede hacer con tanta tristeza? Es el arte la única salida? Alcanza para sanar el dolor ?  Por supuesto que hizo una obra de arte, pero es suficiente ?  Todo lo que queda del infinito dolor humano son unos melancólicos versos?
            John Hunt nunca volvió a Kilkelly.

https://youtu.be/G-DxH-EcuWc