En una vieja anécdota. muy probablemente falsa, un periodista francés le pregunta al histórico y polémico líder de la revolución china, Mao Zedong, a su paso por París; sobre su opinión sobre el alcance histórico de la revolución francesa. Mao responde, no sin cierto sentido del humor, que aún es demasiado pronto para saberlo.
En mi opinión las
sociedades humanas son semejantes a especies vivientes que cambian y
evolucionan pero a un paso muy lento, similar al de la evolución biológica. Muy
probablemente los acontecimientos de mediados del siglo XIX configuraron el
tipo de sociedades y los modelos de país que vemos actualmente. Eso es
particularmente cierto en el caso de la Argentina que atravesó dicho siglo, el
XIX, recorrido por guerras civiles entre Buenos Aires y sus provincias tratando
de construirse a sí mismo como país mediante una violencia constante que no
había terminado con las guerras de independencia de España.
Pero comencemos un poco
antes; a partir de la Revolución Industrial, que comenzó a fines del siglo
XVIII, Inglaterra mostró al mundo un nuevo modelo de construcción de país, el
modelo industrial, contrapuesto al modelo de producción agrícola ganadera que
venía desde el feudalismo.
Hacia 1861 se produce
en América del Norte la llamada Guerra de Secesión o Guerra Civil
estadounidense. Este conflicto bélico se libró entre 1861 y 1865 y según la
historia oficial fue a partir de una controversia histórica sobre la
esclavitud; pero fue en realidad un choque armado entre dos visiones o
proyectos de construcción de país.
El Norte se había
industrializado rápidamente mientras que el Sur mantenía una explotación de
materias primas, mayoritariamente algodón, sostenida por el infame trabajo
esclavo. El modelo de país de la Unión, en el Norte,
era un poco más equitativo, proscribía la esclavitud y cimentaba las bases de
un país de concepción más afín a la actual. El Sur en cambio se basaba en una
gigantesca desigualdad social, incluso más allá de la esclavitud, ya que los
latifundios explotadores de algodón estaban en manos de unos pocos productores
inmensamente ricos. Tenemos por lo tanto una concepción racista, de que la mal
llamada raza negra era inferior y por lo tanto natural que sirviera como
esclava a los blancos; una muy desigual distribución de la riqueza y la tierra
incluso entre los habitantes blancos y un modelo de producción comercial con
mínima tecnología totalmente dedicado a la exportación de materias primas, que
en muchos casos eran procesadas en países más industrializados como Inglaterra o
Francia. Países que si bien nunca reconocieron a la Confederación (el sur) como
una nación independiente, le otorgaron el estatus de estado beligerante no sea
cosa de perder la conveniente relación comercial con los esclavistas
productores del preciado algodón. Esta contienda estadounidense puede ser
entendida por lo tanto como un conflicto entre dos modelos de país, uno más
industrializado con reparto más equitativo de tierras y otro modelo
latifundista agrícola ganadero muy desigual y por supuesto racista. Una vez
terminada la guerra la Unión ganadora comenzó a repartir las tierras ganadas en
el Oeste a los habitantes originarios mediante la violencia a los colonos
usurpadores. Pero lo hizo distribuyendo en pequeñas parcelas, evitó a sabiendas
el reparto latifundista que había vencido en el sur del país, la Confederación.
La guerra de Secesión
es considerada por algunos historiadores como la primera guerra moderna, se
usaron por primera vez ametralladoras y submarinos, y sirvió de modelo muy poco
después para la guerra más sangrienta y cruel que alguna vez asoló, esta vez a
América del Sur. Nos referimos a la guerra de la Triple Alianza o la guerra de
destrucción del Paraguay, país que oh casualidad! estaba intentando una
industrialización de su paisito latinoamericano que incluía siderurgia y
fabricación de maquinaria. Los intereses coloniales del imperio más poderoso
del momento, la industrializada Inglaterra, no toleraron semejante competencia
y acicatearon a Argentina, Uruguay y Brasil hasta que prolijamente ejecutaron
un genocidio sobre el pueblo paraguayo.
En Argentina la guerra
civil entre Buenos Aires, ciudad que había crecido desde la ilegalidad y el contrabando,
y las provincias que intentaban hacer crecer sus economías regionales, había
terminado gracias a la gestión de Bartolomé Mitre. Pero era claro cuál era el
modelo de país que tenían en mente los ganadores de la contienda. También la
concentración del comercio exterior en el puerto de Buenos Aires en detrimento
de los distintos puertos provinciales, como Concepción del Uruguay que supo ser
capital de la Confederación Argentina. fue una política de estado a partir de
ese entonces. Política totalmente ilógica ya que los ríos Paraná y Uruguay
permitían la travesía de buques de gran calado lo que ampliaba enormemente las
posibilidades de comercio de una gran porción del país.
El partido mitrista,
heredero de la concepción unitaria centralizada en Buenos Aires comenzó
entonces a semejanza de EEUU su expansión territorial masacrando a los
habitantes originales del Oeste y Sur del país.
Con la llamada conquista del desierto el general Julio Argentino Roca se
anexó una enorme cantidad de tierras expropiadas. Pero el modelo de reparto que eligió el
estado argentino no fue el norteamericano de la Unión, sino que fue un calco
del modelo latifundista de la confederación esclavista sureña. De hecho muchos
indios fueron secuestrados y sometidos a un cautiverio que en nada se
diferenciaba de la esclavitud de los negros en el sur estadounidense.
Alan Beattie, ex
economista del Bank of England y actual editorialista del Financial Times, un
prestigioso periódico inglés publicó un libro contundente sobre este tema. En su
libro “Falsa Economía: una Sorprendente
Historia Económica del Mundo”, Beattie se pregunta por qué Argentina no fue EEUU y su
respuesta es simple: mientras EEUU repartió la tierra en parcelas pequeñas,
Argentina se la dio a unas pocas familias.
“EEUU
favoreció a colonos usurpadores, Argentina a terratenientes”. El
resultado inmediato fue que mientras en EEUU la poca tierra obligaba a
innovación para optimizar y mejorar ganancias, al latifundio argentino le
alcanzaba con vacas, ovejas y alambre de púa.
“Las economías rara vez se hacen
ricas solo con agricultura, Gran Bretaña había mostrado el camino: industrialización” pero las
élites argentinas rechazaron la industrialización para seguir mamando de la
teta de la explotación agropecuaria latifundista. "Entre 1880 y 1914 el
sistema político norteamericano se adecuó dinámicamente a los cambios y
demandas de su población. El sistema argentino permaneció obstinadamente
dominado por una minoría autocomplaciente".
Dice Beattie que EEUU hubiese sido
como Argentina si el Sur racista confederado hubiese ganado la Guerra Civil. Al
final de la 1ra guerra, las exportaciones de granos y carne cayeron. Al final
de los 1920s, las exportaciones ya eran 2/3 menos. EEUU ya había comenzado un
proceso de recambio económico. Las elites argentinas la rechazaron.EEUU había comenzado su
recambio económico con industrialización, y al final de la 1ra Guerra invirtió
ahorros propios en quedarse con industria europea (si recursos después de la
guerra) y se posicionó como potencia mundial. La Argentina oligárquica
desapareció del mundo.
Además de haber invertido sus
primeros años de bonanza en un recambio industrial y usar esos recursos para
adueñarse de la industria del mundo destruida por la guerra, EEUU ya era una
economía de escala. Argentina no fue nada de eso. Lo dice un economista liberal
del Financial Times, nada cerca del “populismo” o ideologías izquierdistas, más
bien todo lo contrario.
El modelo construido de país
latifundista argentino tuvo un primer ataque virulento con las sucesivas olas
de inmigración que recibió el país. Los gobiernos argentinos necesitaban mano
de obra barata para las grandes extensiones de tierra en manos de pocas
familias y abrieron por lo tanto la inmigración europea ya que los habitantes
originarios estaban o bien diezmados o bien menospreciados por el racismo
virulento imperante.
Pero muchos inmigrantes europeos estaban
imbuidos de ideas socialistas o anarquistas y comenzaron a pelear por sus
derechos de trabajadores. La reacción fue exactamente igual a la que hubiera
tenido un terrateniente de Alabama en 1850 con esclavos negros rebeldes; la
represión total y sangrienta. Pero los sucesos de la Semana Trágica (Enero de
1919) y la Patagonia Rebelde (1920-1922)
ocurrieron muchos años después lo que muestra el atraso del modelo desigual de
país impuesto a sangre y fuego.
La oligarquía latifundista
argentina. obstinada en mantener el status quo se alió entonces con las fuerzas
armadas que le proveyeron las herramientas necesarias para la represión de
cualquier disenso a su modelo económico y de país. Craso error, porque abrió la
puerta a una seguidilla de golpes militares y dictaduras que atravesaron buena
parte del siglo XX argentino.
En este modelo ilógico de
construcción de país la Argentina, cien años después de su declaración de independencia,
en 1916, era una país que exportaba
materias primas a países más desarrollados para que su clase alta oligarca
comprara con sus ganancias los productos manufacturados en el extranjero muchas
veces confeccionados con las mismas materias primas originales del país. Las
señoras de clase alta se abrigaban en el invierno porteño con suéters de lana
Shetland manufacturados en fábricas inglesas con lana proveniente de las ovejas
que dichas señoras, o mejor dicho sus patriarcales maridos, poseían en la
Patagonia.
Hacia la década de 1930, como
consecuencia de los desastres de la primera guerra mundial, se extiende por
Europa un modelo de país industrializado pero muy autoritario y militarista de
extrema derecha que culminó con la locura y aberración del III Reich de Adolf Hitler.
El ejército argentino era por tradición muy germanófilo y a través de un nuevo
golpe de estado primero y elecciones después llega al poder un militar
argentino que encarna la mayor paradoja del siglo XX argentino, Juan Domingo
Perón.
En cualquier país occidental más o
menos coherente el movimiento político que encarna los ideales de justicia
social y defiende los intereses de las clases baja o trabajadoras es un
movimiento de ideología más o menos izquierdista. En Argentina, país a
contramano si lo hay, ese movimiento político fue germanófilo, moldeado a
imagen y semejanza del fascismo de Mussolini y claramente de derechas. Pero su
líder siempre fue muy astuto e inteligente y supo capitalizar las victorias
sociales que los anarquistas y socialistas no pudieron conseguir antes, para
afianzar su poder. Como por ejemplo el voto femenino de la mano de su carismática mujer, Evita. Manteniendo siempre
características, más bien taras, constitutivas, como el culto o idolatría
personalista, el caciquismo sindical leal o el militarismo estructural. Pero
por otro lado intentó el primer y muy valioso intento de industrialización del
país que incluyó grandes redes ferroviarias y la radicación de fábricas en
industrias de manera más o menos federalista. Lamentablemente ese intento fue
boicoteado por los sucesivos gobiernos opositores que se sucedieron al
derrocamiento del régimen en 1955.
Se volvió rápidamente al modelo
latifundista con gran concentración de riqueza que intentó de diversas maneras
sostenerse hasta el día de hoy. Pero a
partir de los años '60s y '70s el mundo tuvo un sorprendente giro hacia la
izquierda, la revolución cubana, Allende en Chile, la primavera de Praga y
otros sucesos lo protagonizaron. Perón
desde el exilio aprovechó esa oportunidad para revalidar su liderazgo en las
nuevas generaciones pero hacia 1973 en su vuelta al país debió haber
comprendido que la transición del peronismo hacia la izquierda no sólo se le
había ido de las manos sino que era un peligro terrible para sus propias y profundas convicciones ideológicas. Ocurren
entonces los terribles acontecimientos de Ezeiza donde se evidencia por primera
vez el sangriento choque ideológico que enfrentaba concepciones antagónicas del
movimiento peronista. En su tercer y
último mandato Perón se recostó en su segunda mujer, Isabel Perón, ex copera de
cabaret absolutamente incapaz de liderazgo alguno y un personaje siniestro,
López Rega con lazos poco claros con mafias fascistas internacionales y
movimientos ocultistas. Poco después
murió siendo presidente y eso llevó rápidamente
a una espiral de violencia tanto de izquierda como de derecha que precipitó la sangrienta dictadura militar que duró hasta
1983. Dictadura que cometió desde la impunidad del estado un genocidio
ideológico creando la tristemente célebre figura del desaparecido.
Pero el modelo de país que impulsaba
la dictadura militar y tal vez el último gobierno de Perón también, se
seguía asemejando mucho al añejo modelo de país de la Confederación
sureña. Se actualizó un poco en las décadas siguientes, los
latifundios se mezclaron con especulaciones financieras, el racismo hacia el
indio se mezcló con el odio al obrero peronista, aparece la aporofobia, y las
mismas familias que antes poseían la tierra ahora formaban parte de
multinacionales que fugaban sus ganancias, de bancos que lavaban dinero o latifundistas que deforestaban salvajemente para imponer monocultivos regados tóxicamente con glifosato.
Modelo sureño y latifundista de país, modernizado que es actualmente
representado políticamente por la alianza Juntos por el Cambio, que en su ejercicio
del poder realizaron el mayor incremento histórico de deuda pública con fuertes sospechas de fuga ilegal de capitales.
La concentración de riqueza, el
racismo y el odio al diferente o pobre, el orgullo desmedido de clase, el
maltrato laboral a veces lindante con la esclavitud, el patriarcado negador de
derechos y políticas de género y otras siniestras características siguen
vigentes en la Argentina del siglo XXI. La
pandemia del Covid 19 sólo contribuyó, como si fuera un gigantesco foco de luz,
a resaltar dichas desigualdades, egoísmos y mezquindades tanto individuales
como sociales.
Elegimos en algún momento del siglo
XIX el modelo de país equivocado y pagamos las consecuencias hasta el día de
hoy. En otras palabras el problema nunca fueron los 75 años de peronismo, que después de todo es sólo la torpe respuesta de derechas que pudo crear esta sociedad de frente al modelo de desigualdad latifundista; sino los 150 años de oligarquía y su consecuente concentración de riqueza extrema.
Ya no creo que sea necesaria una
revolución, ya que toda violencia es deleznable, pero un cambio de paradigma,
una concepción desde tabula rasa de otro modelo de país son imprescindibles.
Espero que Mao se equivoque y los
cambios que eventualmente hagamos
fructifiquen rápidamente.
Los condenados de la tierra lo
agradecerían.