jueves, 25 de marzo de 2010

Bebés virtuales

Traduzco una noticia del sitio de CNN, publicada el pasado 7 de Marzo.

"La policía arrestó a una pareja surcoreana cuyo bebé de corta edad murió de hambre, mientras ellos criaban un niño virtual en la Internet.

La pareja daba de comer a su pequeña hija de tres meses una sola vez al día entremedio de maratones virtuales en un ciber café local, ocupados en criar un niño virtual en el juego de fantasía Prius Online, según especificó la policía coreana a los periodistas el pasado viernes.

Prius Online es un juego en 3-D game en el que los jugadores cuidan de una compañía online, Anima, una pequeña joven con misteriosos poderes que crece y desarrolla sus habilidades a medida que el juego se desarrolla.

La policía no identificó al padre de 41 años, ni a la madre de 25 años de edad, que viven en Suwon, un suburbio al sur de Seoul. El padre aparentemente habría pedido disculpas frente al periodismo. "Hubiera deseado que ella no se hubiera enfermado y que hubiera vivido para siempre en el paraíso. Como su padre, lo lamento".

El bebé habría muerto de inanición hace cinco meses.

Corea del Sur posee una de las redes de banda ancha más rápidas del mundo. Los juegos en línea reciben subsidios de muchas corporaciones y el paisaje urbano está lleno de ciber cafés de banda ancha de altísima velocidad, conocidos como PC Bangs, que están abiertos las 24 horas del día.

Según la policía coreana la pareja había perdido sus trabajos y usaban el juego virtual como un escape de su realidad, especialmente después del nacimiento prematuro de su hija. "

Para ellos la virtualidad de un juego online se convirtió trágicamente en la realidad predominante. Lo que comenzó siendo tal vez un espacio recreativo se terminó transformando en su mundo de pertenencia, al punto de cometer un abandono imperdonable.

Pero en esta historia creo hay facetas que van más allá de lo ético. Tal vez la pareja coreana hayan sido malvados, o tal vez hayan sido lo suficientemente estúpidos como para actuar como tales. En ese caso tendría razón el Buddha cuando especificaba que el ignorante es también un pecador.

Realidades virtuales hubo siempre, como los antiguos "amigos imaginarios" de la infancia. El problema es que ahora los amigos imaginarios son inteligentes, atractivos, interactivos y están a un cable de banda ancha de distancia. La tecnología termina convirtiéndose en un "opio de los pueblos" más efectivo y devastador que cualquier religión que haya existido en este planeta.

El tema del velo de la realidad, vieja temática oriental, está presente como nunca en nuestra actualidad occidental. Los medios de información crean una realidad política para nuestras ideologías. La publicidad crea una realidad de consumo para nuestras necesidades. La televisión y la Internet crean una realidad de placer para nuestro entretenimiento. De esa forma distintas capas de realidades virtuales nos condicionan desde una trascendencia que en definitiva nos manipula.

Por eso nuestas ideologías, nuestras necesidades y nuestro entretenimiento terminan siendo falsos. Y cuando se cruzan ciertas líneas morales, como la muerte de un bebé inocente, se hace necesario repensar todo lo social.

La foto es una obra del artista argentino Fabián Bercic.

jueves, 11 de marzo de 2010

La música no se desvanece en el aire

En algún momento de nuestra vida, tal vez al comienzo de la adultez; nos damos cuenta del paso inexorable del tiempo. La niñez, esa especie de Jardín del Edén privado, es un terreno absolutamente atemporal. Hasta antes de la irrupción intempestuosa de los años escolares, la vida es un continuo fluir sin pasado ni presente ni futuro. Pero al empezar el proceso de domesticación social llamado escuela, el tiempo asoma su fea cabeza en la vida de los seres humanos. El ordenamiento de año tras año de colegio y el saberse inmerso en un proyecto a largo alcance de escolarización dan una primera sensación del transcurrir de la vida. Pero la conciencia de la propia finitud no se forma todavía y el contacto con la muerte no suele ir más allá de la muerte de algún abuelo o abuela, de cuya morbosidad nos protegen celosamente nuestros padres.
Pero al promediar la adolescencia se adquiere la noción de que el niño que fuimos ya no volverá jamás y nuestro cuerpo, con su batería de vellos y voces roncas; nos lo recuerda a cada paso. Una vez adultos nos damos cuenta cabal del ataque inexorable de ese enemigo que como decía un poeta cuyo nombre no recuerdo "nos mata huyendo ...".
Comienza ahí una desesperada carrera por frenar ese paso lento pero seguro que a estas alturas ya nos suena como una inevitable decadencia. Algunos se aferran durante décadas a las vivencias y gustos de sus años juveniles (probaron alguna vez de volver a escuchar esa canción que nos volvía locos a los quince años ?). Otros se embarcan en diversos proyectos tendientes a la perduración (hijos, matrimonio, estudios). En nuestros días parece estar de moda el tratar de lograr el éxito económico; pero a mi juicio me parece el método menos seguro de pelear contra Cronos. Si como alguna vez leí en un libro de biología las células de un organismo humano se renuevan en su totalidad cada siete años; la diferencia entre mi persona actual y mi yo niño de diez años es la misma que existe entre la simpática moza que me está sirviendo un capuchino y yo.
Pero la lucha contra el tiempo es una batalla perdida de antemano. Ni siquiera las Pirámides de Egipto, uno de los más impresionantes intentos de eternidad, pudieron ofrecer un combate más o menos digno. Será por eso que casi todas las personas que pasaron la mal llamada mediana edad siempre hablan de "su época". "En mi época las cosas no eran así...". Si todavía siguen vivos el presente sigue siendo "su época", pero para ellos todo lo bueno es pasado. Tácitamente están aceptando la derrota incondicional a la que los somete el tiempo siendo la batalla decisiva siempre la última.
Qué deprimente dirán ustedes. Acaso no hay nada que resista el paso del tiempo? Ni persona, ni monumento, ni riqueza, ni imperio, ni religión? Tal vez ensayando una manera de respuesta voy a contar una historia.
Una fría mañana de invierno de 1517 un monje alemán llamado Martín Lutero sorprendió a los habitantes de Wittemberg, donde vivía, al clavar en la puerta de la catedral una proclama que criticaba duramente la política del obispo de Roma. Al denunciar la absurdidad de la venta de indulgencias, algo así como un tiempo compartido en el Paraíso que nunca nadie veía cuando pagaba; daba el puntapié inicial a la Reforma. No contento con eso, nuestro molesto monje alemán tradujo la Biblia, el libro dictado directamente por dios como todos ustedes saben; al alemán, para que hasta los campesinos la pudieran leer. Además hizo algo más, compuso música para que los feligreses cantaran, en alemán por supuesto, los salmos y otros textos en la celebración litúrgica.
Uno de esos corales era muy bonito. Tanto que más de doscientos años después, otro alemán obsesionado con dios, Juan Sebastián Bach, tomó la música del coral de Lutero y lo incluyó como coral central en "La Pasión según San Mateo", tal vez la obra musical más importante de Occidente.
Evidentemente el coral seguía siendo muy bonito, porque más de doscientos cincuenta años después, un cantautor y poeta norteamericano, Paul Simon tomó la misma música y la convirtió en una desesperanzada canción sobre el sueño americano, adecuadamente llamada "An American Tune".
Nunca dejará de sorprenderme que el mismo conjunto de notas metamorfoseadas hayan sobrevivido quinientos años de historia con mayor éxito que la totalidad de reinos e imperios que conoció el planeta en ese período.
Pero nunca encontré un disco que tuviera las tres melodías.
El cuadro es "Saturno devorando a sus hijos" de don Francisco de Goya y Lucientes

miércoles, 10 de marzo de 2010

Génesis

Puzurr-Zababa estaba contento. Se agitaba alegremente sacudiendo con energía el espacio. Si bien, es necesario aclarar que el espacio, como el concepto que actualmente entendemos, todavía no existía.
Cada pequeño amrru-ukh de la presencia llamada Puzurr-Zababa exhaltaba una satisfacción que este ser experimentaba sólo cuando había saciado recientemente su apetito. Pero la onda expansiva del estado de ánimo de Puzurr-Zababa debía ser muy poderosa porque cuando sólo habían transcurrido unos pocos mu-du-shq se escuchó, si se le puede llamar escuchar, la llegada de otras presencias.
-"Puzurr-Zababa" - bramó el ser llamado Lugalkiginedudu -- "qué has hecho esta vez ? "
Puzurr-Zababa lo miró; siempre teniendo en cuenta que nada parecido a un par de ojos integraba su anatomía, con la expresión más inocente que había podido aprender en su corta vida.
-"Está demasiado contento" - se expresó Enzipazianna dirigiéndose hacia lo que suponemos sería su consorte.
Éste de repente viró hacia un color en algún lugar entre la gama del violeta y del púrpura y atronó la oscuridad con su ronca voz:
-"Ghishakkidu, Kishep-Ratep, Shutruknakhkhunte, vengan inmediatamente, carajo!"
Un extraño aletear de presencias se escuchó desde los lugares más dispares que nuestra pobre percepción espacial nos permitiría discernir.
- "Puzurr-Zababa se ha devorado todo mi mu-kurun-na. Ya no sé qué hacer con este crío de mierda. Nunca lo puedo poner en vereda"
- "Porqué no lo encerrás algún tiempito " sugirió sibilante Kishep-Ratep.
Nuevamente nos vemos forzados a aclarar al desprevenido lector que la noción de tiempo que manejaba Kishep-Ratep era muy distinta de la que conocemos, ya que el tiempo, como tal, ni siquiera había sido creado todavía.
- "Buena idea, su viscosidad- " se expresó el ser llamado Lugalkiginedudu. Y prosiguió, altisonante - "Puzurr-Zubaba, te quedarás encerrado tres millones de qutu-shk"
Y luego toda la mari-ekallishu, como les gustaba llamarse a ellos en conjunto, se perdió en la oscuridad en medio de risas y húmedos grititos.
Puzurr-Zababa estaba enojado. Se agitaba con rabia sacudiendo con energía el espacio. Una vez más, se hace necesario aclarar que el espacio como tal, todavía no existía.
Cuando se cansó de patalear, aunque tal vez sería más apropiado escribirlo como tentaculear, Puzurr-Zababa empezó a aburrirse.
Al cabo de unos pocos mu-du-sq el aburrimiento era insoportable. Se podría decir que a esa altura Puzurr-Zababa se movía inquieto por la oscuridad, como si estuviera aleteando por sobre la superficie de las aguas...
Entonces por decir algo, por bronca, por jodido, porque no tenía nada que hacer, o de puro aburrimiento, Puzurr-Zababa musitó: "Hágase la luz".

Y la luz se hizo.