En la época de la Inglaterra isabelina, era costumbre imprimir las distintas partes de las partituras musicales en diferentes orientaciones en la misma hoja. Estaban diseñadas para que todos pudieran cantar o tocar sentados alrededor de una mesa, que imagino al lado del fuego después de una comida.
Esa idea comunitaria y familiar de la actividad musical se perdió. Por desgracia, a mi parecer. Pero algunas músicas populares parecen conservarla.
Esta escena transcurre en un patio de suelo de tierra en algún lugar de Andalucía, hace no mucho tiempo. Una familia o una reunión de amigos, después de una opípara comida se sientan en ronda. Alguien afina un par de guitarras y una señora, tal vez la misma que cocinó, empieza a cantar.
Una canción que habla de su juventud perdida y de amores que ya no son.
En algún momento entre los versos, aparece casi sin querer, lo que los flamencos llaman El Duende.
Podrá no gustarnos la música, podrá no gustarnos el canto. Podrá parecernos ajeno o incluso primitivo. Pero no podemos negar la emocionalidad y el desgarro de esta canción.
Tal vez sea el duende, tal vez no.
Nosotros no somos lo que poseemos. Las posesiones materiales no nos definen.
Nosotros no somos lo que hacemos. Nuestra cotidianeidad no nos define.
Nosotros no somos lo hemos vivido. Nuestra historia no nos define.
Nosotros no somos ni lo que odiamos ni tampoco lo que amamos. Nuestros sentimientos no nos definen.
Nosotros no somos lo que pensamos o esperamos. Nuestras ideas o nuestros anhelos no nos definen.
Casi nadie, sabe, sin embargo; lo que sí somos.
El duende.
Esa idea comunitaria y familiar de la actividad musical se perdió. Por desgracia, a mi parecer. Pero algunas músicas populares parecen conservarla.
Esta escena transcurre en un patio de suelo de tierra en algún lugar de Andalucía, hace no mucho tiempo. Una familia o una reunión de amigos, después de una opípara comida se sientan en ronda. Alguien afina un par de guitarras y una señora, tal vez la misma que cocinó, empieza a cantar.
Una canción que habla de su juventud perdida y de amores que ya no son.
En algún momento entre los versos, aparece casi sin querer, lo que los flamencos llaman El Duende.
Podrá no gustarnos la música, podrá no gustarnos el canto. Podrá parecernos ajeno o incluso primitivo. Pero no podemos negar la emocionalidad y el desgarro de esta canción.
Tal vez sea el duende, tal vez no.
Nosotros no somos lo que poseemos. Las posesiones materiales no nos definen.
Nosotros no somos lo que hacemos. Nuestra cotidianeidad no nos define.
Nosotros no somos lo hemos vivido. Nuestra historia no nos define.
Nosotros no somos ni lo que odiamos ni tampoco lo que amamos. Nuestros sentimientos no nos definen.
Nosotros no somos lo que pensamos o esperamos. Nuestras ideas o nuestros anhelos no nos definen.
Casi nadie, sabe, sin embargo; lo que sí somos.
El duende.
1 comentario:
Podrás poner el link al video en youtube? No puedo verlo.
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