Una vieja y remanida frase dice "los hombres pequeños hablan de cosas, los medianos de otros hombres; y los grandes hombres, de ideas". Perdón si mi maltrecha memoria la cita mal, pero creo haber conservado la idea original. Vivimos en una cultura en la que la palabra tiene un valor gigantesco y la proliferación casi infinita de información mediática no hace más que aumentar dicho valor. Dicho de otra forma, y pensando en la realidad mediática actual, las palabras crean realidad, o por lo menos una versión de la realidad. Eso pareciera pasar en todos los niveles, ya que todas las realidades subjetivas suelen construirse a partir de un cierto discurso, por más tendencioso que sea. Y lo antedicho vale tanto para un niño pequeño al que su padre reprende por haber intentado poner sus deditos en un toma eléctrico; como para un votante asustado por la inseguridad que fogonea el discurso de los medios, que se inclina a la hora de votar por el candidato paternalista que propone "mano dura". Ambos son en definitiva discursos de poder. Entonces sobrevivimos a ese océano de palabras que nos van imponiendo, por convicción o incluso por puro cansancio, visiones exógenas de la realidad. Y la larga la visión propia no es más que la sumatoria, o el promedio, o alguna otra arcana fórmula estadística; de todos los discursos a los que hemos sido expuestos.
Pero, acaso no todos los discursos son discursos de poder ? O existen discursos no tendenciosos y que no obedecen a un plan específico de imposición de opiniones o ideas ?
Me parece bastante claro que en la vida pública, o política o social, todos los discursos terminan siendo un discurso de poder. Aún el más neutro, descriptivo, y científico posible nos ofrece una visión de la realidad recortada y focalizada en un aspecto y no en otro y esa elección termina siendo un estamento ideológico.
Y en las relaciones personales ? Cuando nuestros padres nos enseñan nos están prodigando un discurso de poder, que puede ser una visión de la realidad o en su forma más pesada y traumática, un mandato familiar y una profecía autocumplida para satisfacción del falso dios padre.
Es muy acertada la idea de Richard Dawkins de que el sentimiento religioso puede tener raíces en la infancia, ya que es el primer momento en el que la fe valida una palabra dada sin prueba alguna. Dudo que muchos niños hayan sobrevivido a la experiencia autopedadógica de meter sus deditos mojados en el enchufe. En cambio todos los que creyeron el discurso de sus padres, sí lo hicieron. Y después de todo, la creencia de supervivencia, aún en el más allá; se sigue fundando en un discurso de poder que no admite validación alguna.
Cuando llegamos a la adultez aprendemos a establecer nuestras redes sociales. Construimos una familia y nos convertimos, casi inadvertidamente en la nueva voz en la zarza ardiente que indica la realidad a nuestros hijos.
Pero también tendemos redes con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros amigos y con nuestros colegas.
Y ahí es donde, me parece, resulta útil pensar en la discriminación entre discursos de poder y discursos neutros. A lo largo de mi vida me he movido en distintos círculos, tanto profesionales como artísticos. Y las actitudes buenas y malas tendieron a distribuirse en forma uniforme. La fantasía de la vida bohemia de los músicos y los pintores que son todos buenas personas que se aman como si pertenecieran a una hermandad de privilegiados, es sólo eso, una fantasía. Cuando un artista de cualquier rama habla mal de un colega, no está haciendo una crítica imparcial. Entre líneas está armando su propio discurso de poder. "Yo soy bueno y el otro se equivocó". Un discurso sano o constructivo debería ser antes que todo, valorativo. Y después tratar de buscar el provecho o el aprendizaje mutuo. Nadie pinta igual que otro, o toca el violín, o baila o escribe una novela. Y siempre, pero siempre, habrá alguien que lo hace mejor que nosotros y alguien que lo hace peor.
La verdadera competencia debiera ser a lo largo del tiempo con nosotros mismos.
Volviendo al tema de los discursos de poder enmascarados como juicios valorativos; un problema serio es que un discurso de ese tipo; a fuerza de insistencia y repetición; puede terminar imponiéndose en un colectivo determinado. Es entonces cuando el discurso de poder puede terminar por ser un discurso institucionalizado.
Y con el sólo paso del tiempo, se empieza a construir y fijar el canon estético. Esta pregunta creo que ya la hice pero viene a cuento de vuelta. Quién será dentro de 500 años el mejor músico del siglo XX ? Stravinsky, Frank Zappa, Los Beatles, Madonna o Piazzola, por poner algunos ejemplos.
Tiendo a creer que será aquél que supo construir el mejor discurso de poder institucionalizado. En otras palabras, el más vendido, el más comentado, el más alabado, el más publicitado, el más editado, el que tuvo más prensa. Pero de mejor música o incluso gusto, ni hablar.
Entonces si esto es así en el futuro, cómo está construido nuestro canon estético del pasado ? El que creemos el mejor poeta, no habrá sido el más sociable o el que tuvo el ego más inflado lo que le permitió llegar a cimas sociales más altas ?
Y en nuestro presente, debemos generar un discurso de poder sobre nosotros mismos ? "Soy el mejor profesional en lo que hago, tengo experiencia y me las sé todas".
O debemos limitar hasta el salvajismo nuestro ego, y mantenernos en una condición de niños que todo lo aprenden y nada juzgan ?
Mi parte anarquista me susurra al oído, el izquierdo por supuesto; que a los que se dedican a crear discursos de poder les suele ir mejor en todo lo que emprenden.
Que los que eligen aprender y refinarse a sí mismos en su arte, suelen terminar olvidados.
Todo esto me trajo a la mente otra remanida frase, "las chicas buenas van al cielo, las malas a todos lados". Pero en este caso, creo que el mandato, una vez más un discurso de poder; es hacer lo que hacen todos : sumarse a la infinita propaganda.
Y a mí me gusta mucho viajar.
El señor de la foto es mi humilde candidato a mejor músico del siglo pasado.
Pero, acaso no todos los discursos son discursos de poder ? O existen discursos no tendenciosos y que no obedecen a un plan específico de imposición de opiniones o ideas ?
Me parece bastante claro que en la vida pública, o política o social, todos los discursos terminan siendo un discurso de poder. Aún el más neutro, descriptivo, y científico posible nos ofrece una visión de la realidad recortada y focalizada en un aspecto y no en otro y esa elección termina siendo un estamento ideológico.
Y en las relaciones personales ? Cuando nuestros padres nos enseñan nos están prodigando un discurso de poder, que puede ser una visión de la realidad o en su forma más pesada y traumática, un mandato familiar y una profecía autocumplida para satisfacción del falso dios padre.
Es muy acertada la idea de Richard Dawkins de que el sentimiento religioso puede tener raíces en la infancia, ya que es el primer momento en el que la fe valida una palabra dada sin prueba alguna. Dudo que muchos niños hayan sobrevivido a la experiencia autopedadógica de meter sus deditos mojados en el enchufe. En cambio todos los que creyeron el discurso de sus padres, sí lo hicieron. Y después de todo, la creencia de supervivencia, aún en el más allá; se sigue fundando en un discurso de poder que no admite validación alguna.
Cuando llegamos a la adultez aprendemos a establecer nuestras redes sociales. Construimos una familia y nos convertimos, casi inadvertidamente en la nueva voz en la zarza ardiente que indica la realidad a nuestros hijos.
Pero también tendemos redes con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros amigos y con nuestros colegas.
Y ahí es donde, me parece, resulta útil pensar en la discriminación entre discursos de poder y discursos neutros. A lo largo de mi vida me he movido en distintos círculos, tanto profesionales como artísticos. Y las actitudes buenas y malas tendieron a distribuirse en forma uniforme. La fantasía de la vida bohemia de los músicos y los pintores que son todos buenas personas que se aman como si pertenecieran a una hermandad de privilegiados, es sólo eso, una fantasía. Cuando un artista de cualquier rama habla mal de un colega, no está haciendo una crítica imparcial. Entre líneas está armando su propio discurso de poder. "Yo soy bueno y el otro se equivocó". Un discurso sano o constructivo debería ser antes que todo, valorativo. Y después tratar de buscar el provecho o el aprendizaje mutuo. Nadie pinta igual que otro, o toca el violín, o baila o escribe una novela. Y siempre, pero siempre, habrá alguien que lo hace mejor que nosotros y alguien que lo hace peor.
La verdadera competencia debiera ser a lo largo del tiempo con nosotros mismos.
Volviendo al tema de los discursos de poder enmascarados como juicios valorativos; un problema serio es que un discurso de ese tipo; a fuerza de insistencia y repetición; puede terminar imponiéndose en un colectivo determinado. Es entonces cuando el discurso de poder puede terminar por ser un discurso institucionalizado.
Y con el sólo paso del tiempo, se empieza a construir y fijar el canon estético. Esta pregunta creo que ya la hice pero viene a cuento de vuelta. Quién será dentro de 500 años el mejor músico del siglo XX ? Stravinsky, Frank Zappa, Los Beatles, Madonna o Piazzola, por poner algunos ejemplos.
Tiendo a creer que será aquél que supo construir el mejor discurso de poder institucionalizado. En otras palabras, el más vendido, el más comentado, el más alabado, el más publicitado, el más editado, el que tuvo más prensa. Pero de mejor música o incluso gusto, ni hablar.
Entonces si esto es así en el futuro, cómo está construido nuestro canon estético del pasado ? El que creemos el mejor poeta, no habrá sido el más sociable o el que tuvo el ego más inflado lo que le permitió llegar a cimas sociales más altas ?
Y en nuestro presente, debemos generar un discurso de poder sobre nosotros mismos ? "Soy el mejor profesional en lo que hago, tengo experiencia y me las sé todas".
O debemos limitar hasta el salvajismo nuestro ego, y mantenernos en una condición de niños que todo lo aprenden y nada juzgan ?
Mi parte anarquista me susurra al oído, el izquierdo por supuesto; que a los que se dedican a crear discursos de poder les suele ir mejor en todo lo que emprenden.
Que los que eligen aprender y refinarse a sí mismos en su arte, suelen terminar olvidados.
Todo esto me trajo a la mente otra remanida frase, "las chicas buenas van al cielo, las malas a todos lados". Pero en este caso, creo que el mandato, una vez más un discurso de poder; es hacer lo que hacen todos : sumarse a la infinita propaganda.
Y a mí me gusta mucho viajar.
El señor de la foto es mi humilde candidato a mejor músico del siglo pasado.
3 comentarios:
he devorado este escrito suyo, goolian... hacé aun tiempo que no pasaba por acá y me alegro de seguir leyéndolo, así, egoístamente... el señor de los bigotes de la foto más que invitador, candidato firme sisisi... ahora... el que escribió la frase célebre estaba medio perdido me parece: las chicas buenas suelen ser bastante viajeras, entonces quizá no sean tan buenas... : ) y eso, dividir en blanco y negro, me parece que es una de las principales características de los discursos de poder, no? perdón por comentar con delay...
Frank Zappa mejor musico del siglo? no sera mucho? entonces Franz Kafka es el mejor escritor? hay muchisimos pero muchichisimos para elegir eh? o sera el mejor que tu conoces... ademas sera como compositor, porque como cantante seguro que no...
Me gusta mucho tu blog...! Salud!
stessa, todo bien. son refranes populares que usé como disparadores pero no confío plenamente en ellos.
Arcano, podrìa haber puesto Xenakis, Ives o Richard Thompson era más o menos lo mismo.
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