lunes, 27 de mayo de 2013

De infiernos merecidos y paraísos soñados



En los últimos días en la babel de las redes sociales se habló mucho de la vida después de la muerte y sobre todo de infiernos. Por lo menos entre mis contactos o "amigos"; ese neologismo acuñado por infames plataformas de la Web 2.0. Como bien decía uno de mis confesos líderes ideológicos vivientes, Jaron Lanier, para publicar contenido en la World Wide Web, no es necesario que sea interesante o valioso, lo que nos lleva a una creciente e imparable acumulación de idioteces.

Pero el tema que me motiva a escribir no es tan trivial como la mayoría de lo publicado.

Hace  unos días falleció en la cárcel, sentado en el inodoro de su celda, el militar que fuera líder de la dictadura genocida que mi país, Argentina, sufrió entre los años 1976-1983. Murió preso, condenado y repudiado por la inmensa mayoría de la sociedad, pero se llevó a la tumba algunos secretos, como por ejemplo el paradero de muchos bebés apropiados durante su funesta gestión. Niños arrancados de sus madres en la misma sala de torturas clandestina. La noticia de su muerte motivó muchos comentarios sobre la vida después de la muerte. La inmensa mayoría de los mismos fueron deseos de una eterna sobrevida en distintos infiernos. Hubo comentarios irónicos sobre la salud mental y física de los gusanos encargados de reciclar sus despojos.

                                       
 

Pero nadie nunca puso en duda la existencia de una vida después de la muerte.  Es ésta por lo tanto una idea tal vez más arraigada en el inconsciente colectivo que la misma concepción de una divinidad. Me recordó un libro llamado “El libro del cielo y del infierno”, una antología realizada por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares que recopilaba las distintas concepciones religiosas, míticas y literarias del paraíso y del infierno que ha creado la humanidad a lo largo de su historia escrita. Tengo que buscar ese libro para releerlo pero del recuerdo de lo leído y también de los comentarios dedicados a la muerte del genocida llego a una clara conclusión.

Los infiernos que los argentinos  le desean al general recientemente fallecido son muy pero muy parecidos al infierno que el occiso desató en la tierra. Por supuesto, tanto el cielo como el infierno ultraterrenos son creaciones literarias, como lo es el mayor personaje del ficción existente, dios;  pero las concepciones del paraíso y del infierno difieren en algo.

Los paraísos, palabra que viene del griego παράδεισος, paradeisos  jardín; suelen ser fantasiosos y generalmente irreales.

Los infiernos en cambio se parecen demasiado a los sufrimientos terrestres.


El infierno es mucho más concreto y parecido a la realidad terrena que el paraíso.

6 comentarios:

Viejex dijo...

Ha vuelto! "Huginn y Muninn" resucitó entre los (blogs) muertos!!!

Perdón, no pude evitarlo.

Con respecto a su observación, me parece inobjetable aunque años de formación religiosa me obliguen a dudar en la existencia de un Dios creador, duda que usted proclama no tener.

Así pues, aquí me tiene, envidiando a creyentes y ateos, porque no me decido a ser ni una cosa ni la otra.

goolian dijo...

Viste! Sólo estaba en coma, no muerto.
En rigor de verdad tanto el ateo como el creyente son dos presuntuosos ya que postulan algo que epistemológicamente es imposible de saber. Yo creo que dios existe o creo que dios no existe, pero ninguno de los dos lo SABE. Ahi es cuando entra genialmente, a mi parecer, Bertrand Russell que introduce la noción de probabilidad. Yo no puedo afirmar con rigor de verdad que dios no existe pero sí puedo decir que es muy, pero muy poco probable que exista.
En fin da para largo y amerita un almuerzo.
abrazo !

Viejex dijo...

Cuando usted quiera, ya era hora de inventarnos una buena excusa.

Anónimo dijo...

yo no estoy seguro ni de mi existencia. Pretenciosos! Saludos, gooly, soy pommelius reloaded

goolian dijo...

Hola Pommel ! Cómo andás ?
Yo tampoco estoy demasiado seguro de mi propia existencia y eso que no hago meditación budista. Pero me recuerda una frase de un escritor inglés que no recuerdo cuál era, "en una realidad más estricta, todos seríamos fantasmas".

Ricardo Javier dijo...

En otra palabras: es mucho mas viable crear un simulacro del infierno que uno del paraíso, solo hace falta una olla gigante, un poco de fuego, tridentes y azufre.
En cambio es muy difícil conseguir alas y felicidad absoluta para copiar el paraíso.

aunque pensándolo bien, con una olla, tenedor fuego y jengibre se puede hacer un simulacro del paraíso. Solo hace falta un colega que traiga una bondiolita de cerdo y unos champiñones para poner adentro.