Retomando la idea expuesta anteriormente por Pascal Boyer; existe en la configuración de nuestro cerebro un marcado sesgo para reconocer patrones.
Estamos diseñados para reconocer y encontrar patrones dentro de la información que percibimos. Algo así como las caras que vemos en las manchas de humedad de la pared o los animales que descubrimos en las nubes.
Como bien señala el antropólogo francés eso implica una ventaja evolutiva ya que el costo de no ver un esmilodonte entre la hierba o una liebre susceptible de ser comida es alto. Mientras que el costo de equivocarse al ver un predador que no era o una presa equivocada es mínimo.
Pero esa característica mental se extrapoló a todas las áreas de la cultura.
Esto implica también un rechazo en la forma de pensar a lo desconocido y pero aún a lo paradójico, caótico o simplemente confuso. Como un "horror vacui" mental que no tolera secciones de la realidad inexplicadas o paradójicas.
Un salto cualitativo sería tal vez aceptar las "proposiciones indecidibles" que como apuntaba Goedel, todo sistema formal contiene, en vez de exacerbar las demostraciones al infinito.
Nuestra necesidad inconsciente de ver y reconocer un patrón hace no sólo que dediquemos grandes esfuerzos como especie a desarrollar ciencias que nos permiten explicar el mundo, sino que desarrollamos explicaciones un poco menos sustentadas, como lo son todas las creencias.
Después de todo la diferencia entre una religión revelada y una concepción animista paleolítica es sólo marketing y una mayor cantidad de ritualizaciones.
Ritualizaciones que podrían engancharse con características de tipo obsesivo compulsivo a nivel colectivo que unidas a la repulsa de lo desconocido, paradójico o indemostrable resultan en situaciones como los rezos que parecen convulsiones del rito hebreo o los maniveles de rollos de rezos en el budismo tibetano.
A modo de ejemplo, en mapas antiguos e incluso en algunos mapas turísticos actuales, se solía representar sitios que cubrieran todo el espacio cartográfico. Un horror vacui a dejar espacios vacíos en el mapa, que llega a situar lugares fantásticos e inexistentes sólo por llenar el espacio, como El Dorado o la laguna de Parima. Este horror al vacío podría ser una consecuencia de la necesidad de ver patrones en toda la realidad.
En resumen, la hipertrofia del reconocimiento de patrones es un problema serio si no se contrastan dichos patrones deseados con evidencia empírica o lógica de tipo científico porque nos lleva a ridículos como creer que los patrones de constelaciones de estrellas al momento de nacer rigen nuestras vidas.
Estamos diseñados para reconocer y encontrar patrones dentro de la información que percibimos. Algo así como las caras que vemos en las manchas de humedad de la pared o los animales que descubrimos en las nubes.
Como bien señala el antropólogo francés eso implica una ventaja evolutiva ya que el costo de no ver un esmilodonte entre la hierba o una liebre susceptible de ser comida es alto. Mientras que el costo de equivocarse al ver un predador que no era o una presa equivocada es mínimo.
Pero esa característica mental se extrapoló a todas las áreas de la cultura.
Esto implica también un rechazo en la forma de pensar a lo desconocido y pero aún a lo paradójico, caótico o simplemente confuso. Como un "horror vacui" mental que no tolera secciones de la realidad inexplicadas o paradójicas.
Un salto cualitativo sería tal vez aceptar las "proposiciones indecidibles" que como apuntaba Goedel, todo sistema formal contiene, en vez de exacerbar las demostraciones al infinito.
Nuestra necesidad inconsciente de ver y reconocer un patrón hace no sólo que dediquemos grandes esfuerzos como especie a desarrollar ciencias que nos permiten explicar el mundo, sino que desarrollamos explicaciones un poco menos sustentadas, como lo son todas las creencias.
Después de todo la diferencia entre una religión revelada y una concepción animista paleolítica es sólo marketing y una mayor cantidad de ritualizaciones.
Ritualizaciones que podrían engancharse con características de tipo obsesivo compulsivo a nivel colectivo que unidas a la repulsa de lo desconocido, paradójico o indemostrable resultan en situaciones como los rezos que parecen convulsiones del rito hebreo o los maniveles de rollos de rezos en el budismo tibetano.
A modo de ejemplo, en mapas antiguos e incluso en algunos mapas turísticos actuales, se solía representar sitios que cubrieran todo el espacio cartográfico. Un horror vacui a dejar espacios vacíos en el mapa, que llega a situar lugares fantásticos e inexistentes sólo por llenar el espacio, como El Dorado o la laguna de Parima. Este horror al vacío podría ser una consecuencia de la necesidad de ver patrones en toda la realidad.
En resumen, la hipertrofia del reconocimiento de patrones es un problema serio si no se contrastan dichos patrones deseados con evidencia empírica o lógica de tipo científico porque nos lleva a ridículos como creer que los patrones de constelaciones de estrellas al momento de nacer rigen nuestras vidas.
6 comentarios:
Puede ser en el caso de bailes extáticos como la orden Naqshbandi sufi, pero no puedo evitar pensar en un trastorno TOC cuando veo los ejemplos que di.
Caipira, me parece impropio hablar de blogs de terceros, además de no aportar nada.
No, apenas si lo leo y mucho menos escribo ahí. Consultá con un exorcista para desterrar tus fantasmas, ;)
un saludo
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