Pero para ponerme un poco personal contaré algo que nadie sabe.
Hace muchos años estaba muy enamorado de una mujer que digamos, no me correspondía demasiado.
Cansado de la montaña rusa emocional que produce la histeria y la seducción inconclusa, decidí poner distancia.
Viajé entonces a otro país en plan de ver arte contemporáneo y despejar mi cabeza. Era una bienal internacional.
Pero mi mente seguía obsesionada y los celos "asomaron su horrible cabeza". Sospechaba de un amigo de ella, llamado Víctor. Paseaba por paisajes tropicales y veía instalaciones de vanguardia sólo para atormentarme una y otra vez.
Pero una mañana diáfana de sol caminé por una avenida y entré a una librería. Aun sabiendo que no podría comprar ni leer ningún libro, porque no dominaba el idioma local. Pero el lugar era tan acogedor que incluso al fondo mirando un profuso jardín había también discos con cabinas para escuchar. Elegí uno muy raro que y me puse a escucharlo.
Una música folclórica que no conocía comenzó a mover mis pies al ritmo de una alegría que parecía bajar de los cielos como la luz que bañaba el jardín.
La música era "Ad vielle que pourra" un grupo canadiense de Quebec que recupera el viejo folclore francés y lo mezcla con distintos ingredientes.
Cuando miré con mayor detenimiento el disco y leí el título de la canción que me había iluminado la mañana empecé a reír. A reír mucho, a las carcajadas. El tema se llamaba "Serre moi plus fort, Victor". No sé exactamente lo que significa pero era una broma sobre mis celos enfermizos que el azar jocosamente me brindaba. Cuando terminé de reír, podría decir que horas después, ya no tenía celos y mi mente estaba tan diáfana como el día.
Años después descubrí que Daniel Thonon, el músico fundador de Ad Vielle que pourra se formó como clavecinista en el Conservatorio de Ginebra en Suiza.
Actualmente Thonon es un referente mundial del hurdy gurdy o vielle a rue, un instrumento medioeval poco conocido. Pero mi maestro de otro instrumento poco conocido, la viola da gamba, estudió en el mismo lugar, el Conservatorio de Ginebra.
O somos muy pocos o el mundo es mucho más chico de lo que creí.
Como epílogo, puedo decir que sigo enamorado de la misma mujer, la madre de mi hijo, y que sigo bailando con Ad vielle que pourra.
Para la alegría es aconsejable ser conservador.