miércoles, 13 de octubre de 2010

Cuadros de una exposición


Blanco de Titanio

Una multitud más que diversa de seres se apelotonaba en la cola de Migraciones. Matías hacía milagros perceptivos para no perder de vista los bolsos con los que habían viajado. Bolsos que en su gran mayoría estaban repletos de ropa de su novia.

Dolores en cambio estaba excitadísima por el arribo al aeropuerto internacional de Nueva York y miraba al conjunto de pasajeros en tránsito con la fascinación que tendría la primera visita de una niña al zoológico.

- “Ufa, esta cola de mierda. Cuándo terminaremos ...”

- “Gordo, disfrutá del momento. Estamos en la gran manzana”

- “Y yo me perdí la final de la copa de polo por venir acá ...”

- “A acompañar a tu gordita que quería venir a ver arte contemporáneo al centro del mundo”

- “Si el viejo no me hubiera dado la guita para este viaje”

- “De acordás del profe que te conté”

- “Mfummm, sí” – refunfuñó Matías. Pero ya faltaba bastante menos para evaluar personalmente la simpatía de los funcionarios de migraciones norteamericanos.

- “Bueno, él me dio una lista de galerías especializadas en arte conceptual. Mañana nos levantamos temprano y nos vamos de recorrida”

- “O mejor vos te vas de recorrida y yo me voy a Tower Records”

- “No” – gritó Dolores con gesto de heroína clásica mortalmente ofendida en lo más íntimo de su honor – “vos venís conmigo”

Negro de Ébano

Era uno de esos clásicos días de Manhattan de pleno invierno. El sol radiante de la ventana del hotel no consiguió engañarlos y los dos sudamericanos se enfundaron en toda la lana con la que pudieron envolverse sin perder nunca el afrancesado aire aristocrático que los distinguía.

- “Dolo, tengo hambre ...”

- “Pero no, Matu, ya llegamos a la galería que yo quería ver. El profe dijo que ...”

- “El puto del profe no te dijo que estos pibes comían porquerías en el desayuno. Me cagué de hambre. A quién carajo se le ocurre comer salchichas y panceta a las ocho de la mañana!!”

Pero ya las largas piernas de Dolores se perdían en la escalera de ascenso a la galería y Matías no tuvo más remedio que seguirla.

- “Pero esto es una cagada. Toda la galería pintada de negro.”

- “Cuándo dejarás de ser un grosero. No estás en la cancha con tus amigos”

- “Bueno perdoname. Pero esta galería está cerrada. No hay ningún cuadro en la pared y está todo pintado de negro. Además no hay ni un gil ...”

- “Esperá ahí hay un mostrador. Voy a ver si hay un catálogo o algo.”

Dolores se acerca al coqueto mostrador de diseño italiano y encuentra lo que buscaba. Rápidamente, haciendo gala de su inglés de colegio privado lo lee, y con aire triunfal se dirige a Matías.

- “Sos una bestia. Esto es una instalación de Richard Serra. El autor, dice aquí, es un artista conceptual y, te traduzco literalmente, con esta instalación quiso sumirnos en la negrura de la vida contemporánea.

- “Ahjj”

- “Sigo, es una metáfora de la angustia existencial en un mundo sin Dios donde si se descorre el velo del consumismo sólo se observa una pared negra.”

- “A esta galería entonces ya le descorrieron el velo”.

- “No, gordito” – a Dolores ya le había encantado la pobre participación de Matías – “es una metáfora”.

A esta altura Matías veía desvanecerse su combo 4 de Mc Donald’s que se le antojaba la mejor instalación posible de comida étnica norteamericana. Pero resignadamente cuando Dolores con un mohín de lo más sexy le pidió de ver una galería más, Matías aceptó.

Gris de Payne

La segunda galería no era muy distinta de la primera. Estaba igual de desierta y esta vez había escaleras, baldes y brochas diseminadas por una amplia y luminosa habitación. En las paredes, a intervalos regulares, que evidenciaban claramente un diseño muy complejo, había crucecitas hechas con cinta de pintor.

Pero nada iba ya a amilanar a Dolores.

- “Ves, Matu, esta instalación también es conceptual. Yo estoy segura de que habla de la alineación del hombre moderno en las grandes ciudades ...”

- “Si vos lo decís.”

- “Las escaleras son símbolos de algo que no va a ninguna parte, como la sociedad actual”.

- “Psé, es un poco pesimista pero”.

- “Y estas crucecitas en las paredes...”

- “Podría ser que el hombre posmo está como crucificado, viste?”

- “Claro!! Muy bien mi amor “ – Dolores se encaramó a sus tacos aguja de marca y le estampó un sonoro beso en la mejilla a Matías. Ëste no supo muy bien cómo reaccionar porque en un segundo había pasado, a los ojos de su novia, de ser un negado absoluto para la sutileza de las corrientes actuales del arte a ser una especie de erudito curador posmoderno. Sólo atinó a decir

- “Vamos a comer ?”

- “Pero claro, mi crítico favorito” – y con una erótica palmada en su culo Dolores le indicó el camino a la hamburguesería más cercana.

Camino que tomaron tan rápidamente que ni Dolores ni el hambriento Matías pudieron ver el cartel que indicaba claramente que la segunda galería de arte conceptual estaba cerrada por reformas.

2 comentarios:

la stessa ma altra dijo...

güeníiiiiiiiiiiiisimo... me hace acordar a la "paleta sonora" de los críticos musicales que supimos conseguir...

goolian dijo...

Gracias stessa. Este cuento salió publicado hace unos años en la revista de arte contemporaneo Ramona.