El tema del gusto es algo bastante complejo. Por lo menos en algunas personas, entre las que me incluyo. Hay muchas cosas que nos gustan por costumbre y otras por imposición.
Treinta o cuarenta años después me sorprende encontrar que me sé de memoria sinfonías enteras de Haydn, y que me encantan, pero sólo las que tenía mi padre en su vieja discoteca de LPs de música clásica. Puedo tararear el último movimiento de la sinfonía número 60, llamada "Il distratto", pero nada conozco de la 61. Peor aún estoy seguro que nunca llegará a gustarme como lo hace la anterior en el catálogo.
Entonces podríamos afirmar que buena parte de nuestro gusto nos es impuesto desde afuera.
También existe en muchos casos un "contrato" preexistente en lo que se refiere al disfrute de cuaquier manifestación artística. Si yo voy a escuchar una orquesta sinfónica europea, precedida de excelentes críticas, al Teatro Colón, (cuánta nostalgia!); estoy teniendo un deseo tácito de que me va a gustar mucho lo que veré. En el fondo tal vez no sea más que una profecía autocumplida.
Muchas de las cosas que supuestamente nos gustan, están rodeadas de un "aura" que precondiciona nuestro juicio y por ello nuestro gusto. "Cómo que no te gustó la última de Almodóvar ?" o sino "El jazz argentino es de lo mejor del mundo".
Por último existe, por lo menos en mi retorcida mente, una distinción a veces muy nítida, a veces no tanto; entre calidad y gusto. Hay cosas que sé que son excelentes pero no me gustan, (por ejemplo el mundo del ballet y mucho del de la ópera que me son totalmente ajenos) y como contrapeso cosas que sé de dudosa calidad pero que me gustan mucho (como buena parte del rock norteamericano sureño).
Pero me sucede algo extraño que me descoloca por completo en mi visión de las preferencias artísticas y musicales.
Hace unos años, en una feria del libro descubrí un pequeño stand que me intrigó. Era el de la embajada de Noruega. País cuya foto satelital decora el inicio de este escrito. Se visualiza la barroca línea de su costa, llena de fiordos y ríos y una gran masa de nieve al sur del país.
Tenían libros en noruego, que me es mucho más ajeno todavía que el ballet; y algunos discos. Pregunté de qué eran y muy amablemente, supongo que sería el primer interesado del día o tal vez de la semana; me respondieron que eran de folclore noruego.
Me compré dos. No conozco Noruega, no tengo amigos noruegos y no tenía referencia alguna de su música. Lógicamente la cultura noruega debería serme totalmente ajena.
Me enamoraron al instante. Y lo siguen haciendo cada vez que los escucho. Lo que no puedo explicarme es porqué.
Treinta o cuarenta años después me sorprende encontrar que me sé de memoria sinfonías enteras de Haydn, y que me encantan, pero sólo las que tenía mi padre en su vieja discoteca de LPs de música clásica. Puedo tararear el último movimiento de la sinfonía número 60, llamada "Il distratto", pero nada conozco de la 61. Peor aún estoy seguro que nunca llegará a gustarme como lo hace la anterior en el catálogo.
Entonces podríamos afirmar que buena parte de nuestro gusto nos es impuesto desde afuera.
También existe en muchos casos un "contrato" preexistente en lo que se refiere al disfrute de cuaquier manifestación artística. Si yo voy a escuchar una orquesta sinfónica europea, precedida de excelentes críticas, al Teatro Colón, (cuánta nostalgia!); estoy teniendo un deseo tácito de que me va a gustar mucho lo que veré. En el fondo tal vez no sea más que una profecía autocumplida.
Muchas de las cosas que supuestamente nos gustan, están rodeadas de un "aura" que precondiciona nuestro juicio y por ello nuestro gusto. "Cómo que no te gustó la última de Almodóvar ?" o sino "El jazz argentino es de lo mejor del mundo".
Por último existe, por lo menos en mi retorcida mente, una distinción a veces muy nítida, a veces no tanto; entre calidad y gusto. Hay cosas que sé que son excelentes pero no me gustan, (por ejemplo el mundo del ballet y mucho del de la ópera que me son totalmente ajenos) y como contrapeso cosas que sé de dudosa calidad pero que me gustan mucho (como buena parte del rock norteamericano sureño).
Pero me sucede algo extraño que me descoloca por completo en mi visión de las preferencias artísticas y musicales.
Hace unos años, en una feria del libro descubrí un pequeño stand que me intrigó. Era el de la embajada de Noruega. País cuya foto satelital decora el inicio de este escrito. Se visualiza la barroca línea de su costa, llena de fiordos y ríos y una gran masa de nieve al sur del país.
Tenían libros en noruego, que me es mucho más ajeno todavía que el ballet; y algunos discos. Pregunté de qué eran y muy amablemente, supongo que sería el primer interesado del día o tal vez de la semana; me respondieron que eran de folclore noruego.
Me compré dos. No conozco Noruega, no tengo amigos noruegos y no tenía referencia alguna de su música. Lógicamente la cultura noruega debería serme totalmente ajena.
Me enamoraron al instante. Y lo siguen haciendo cada vez que los escucho. Lo que no puedo explicarme es porqué.
Bukkene Bruse y Hedningarna. Tres canciones, dos grupos de folclore. Sobre los instrumentos prometo hablar más adelante.
Bueno, por algo este blog se llama como se llama...
8 comentarios:
Mirá vos, a mí me pasó algo parecido con un grupo de Islandia: Sigur Ros. Buscalos por ahí, realmente valen la pena.
Saludos de otro amante del arte en general, y de la música en particular.
Pero Sigur Ros es rock. Los conozco y me gustan pero son otra cosa.
Éstos son folclore con instrumentos acusticos y raros como el hardingfidele o el nickelharp de los ya hablaré.
Tal vez en algún blog noruego estén hablando de las diferencias entre Divididos y Peteco Carabajal.
Pero nunca lo sabremos,creo...
Me suena muy semejante a la música de Loreena McKennitt. Particularmente el tercer tema, me parece que es un tema del que Lorrena hace ua versión, también muy buena.
¿Es que debiera haber un "por qué"?
Para quienes creen que el gusto estético es independiente a la experiencia.
Viejex, conozco a Lorena y me gusta.
Pero esta música no es celta y no posee las volutas de melodía infinita tipicas de ese estilo.
Tiene sí esa melancolía de clima nordico y frio.
Caipira, "tabula rasa" o educación ?
Muchisimas opiniones, gustos y preferencias vienen dadas, por eso me llama la atención la excepción.
Claude, el gusto estético independiente de la experiencia es prejuicio. Tenemos mucho de eso, es la idea de lo que hablaba del "contrato".
No entiendo la oposición; tabula rasa y educación no se contradicen. ¿Quieres decir "nature vs nurture"?
Tabula rasa o conocimiento innato. Sorry! Recién caigo. :-)
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