lunes, 8 de septiembre de 2008

Las manos de Alberto

Albrecht Durer es una de mis pintores favoritos de todos los tiempos. Me fascina sobremanera como dibujante y grabador y en una oportunidad estuve a punto de poseer un grabado suyo. Pero eso es otra historia.
La historia que quiero relatar es casi seguramente apócrifa, no tiene fuente histórica fidedigna pero su emocionalidad la convierte en algo tan literario que vale la pena.
Una pobre familia descendiente de inmigrantes, ya que descendían de alemanes emigrados a Hungría; vivían cerca de Nuremberg y tenían dieciocho hijos. Dos de los hijos varones, Albert y Albrecht tenían el sueño de estudiar arte y convertirse en pintores. Pero carecían de medios económicos por completo. Entonces decidieron hacer un pacto que definiría sus vidas. Uno de los dos hermanos trabajaría en las minas para subvencionar los estudios del otro. Cuando el ganador termine los estudios en la academia, pasados cuatro años, rescataría con la venta de sus cuadros al minero o incluso iría él a al mina para pagar los estudios al segundo hermano. En una fría mañana de domingo después de la iglesia, tiraron la moneda y Albert fue a la mina y Albrecht a la academia en Nuremberg.

Los dibujos, grabados y óleos de Albrecht resultaron mejores que los de sus profesores y para el tiempo de su graduación ya ganaba una considerable cantidad de dinero con la venta de sus obras.

Al retornar a su pueblo natal, Albrecht no había olvidado su promesa. Pero cuando en el banquete familliar Albrecht ofreció a su hermano Albert los medios económicos para que él estudiara; sel minero, entre sollozos lo declinó. Moviendo su cabeza, ocultando con sus manos su pálida faz, Albert repetía una y otra vez "No ...no ...no ...no.". Finalmente Albert se paró y secó las lágrimas de sus mejillas. Miró a la larga mesa del banquete y a las caras de sus seres queridos y dijo muy dulcemente, "no hermanito, no puedo ir a Nuremberg. Es demasiado tarde para mí.
Mira... mira lo que cuatro años en las minas han hecho a mis manos. Todos los huesos en cada dedo han sido quebrados por lo menos una vez y he empezado a tener artritis en mi mano derecha. Me cuesta sostener un vaso de vino y nunca podría sostener un pincel con la delicadeza suficiente para ejecutar los trazos con los que todavía sueño en mi corazón.. ".

Años después Albrecht retrataría las manos de Albert. La historia es tan literaria que es poco probable, pero importa ?

Albrecht Durer fue uno de los primeros artistas que centró su trabajo en la figura del artista realizando autorretratos donde se pinta a sí mismo con el cardo, símbolo de Cristo. Esta idea, renacentista por completo, al poner al artista como individuo en el centro y comparándolo con Cristo nos puede parecer simple a nosotros; pero para la época era increíblemente moderna. También fue probablemente el primer artista que, los domingos a la mañana lo podías encontrar en la feria de Nuremberg en la calle vendiendo a la gente sus grabados al lado del carnicero o el florista.


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