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Había una vez un líder que por primera vez habló de las necesidades de los más necesitados. Un líder distinto que como nunca antes trajo esperanza a un mundo que ya la había perdido hace rato.
Y los pobres, los despojados, los desclasados le creyeron. Poco importó que el líder cumpliera o no sus promesas.
Y empezaron a seguirlo. Primero unos pocos.
Pero luego fueron más y más.
Algunos dijeron, "
este líder es falso, no lo sigan".
Pero los que necesitaban una esperanza más que cualquier otra cosa, no les creyeron.
Y siguieron ciegamente al líder que les hacía promesas cada vez más hermosas y les hablaba de una realidad que ni en sus sueños más atrevidos habían vislumbrado.
Y un día el líder se fue.
No estuvo más con sus acólitos, por lo menos físicamente.
Y ellos, los pobres, los despojados, los desclasados siguieron creyendo en él. Aún los que nunca lo habían visto.
Y entonces empezaron a hablar de cómo era o había sido el líder.
Y no todos coincidieron.
Los años pasaron y todos habían construido su propia imagen del líder que ya no estaba.
Y pasaron más años.
Existían muchos líderes distintos, incluso contrapuestos; todos construidos por sus seguidores, los que lo habían conocido, que ya eran pocos; y los que no.
El hecho que el texto anterior sea perfectamente aplicable a
Perón o a
Cristo, habla a las claras de la inmadurez política de la sociedad argentina.
Cada cual se construyó su
Perón y su peronismo entre 1955 y 1973. Y después de su muerte siguieron.
Cada cual se construyó su
Cristo entre digamos el 43 y el presente.
La diferencia es que
Perón volvió y eso es el punto axial de la política argentina del siglo XX.
Ezeiza.
Según
J. P. Feinmann, una ópera. Para mí más bien un oratorio o pasión.
Cuando las bandas neonazis de
Osinde y sus secuaces comenzaron a disparar sus metralletas contra la Juventud Peronista, los montoneros y gente que no tenía nada que ver; todos los perones existentes se encontraron violentamente. Y los perones socialistas, marxistas y populares que sólo existían en las mentes de los que habían leído a
J. W. Cooke; tuvieron que correr por sus vidas.
Al día siguiente, el
Perón de carne y hueso, aterrizado sano y salvo en Morón; dejó bien claro cuál era el
Perón real.
Y de paso, allanó el camino para el terrorismo de estado con un eficiencia envidiable; deuda que los militares del Proceso nunca le reconocieron. Pero ocuparon a todos sus empleados.
Ezeiza y
Perón.
La inmensa mayoría de los antiperonistas lo corren por derecha. Pero algunos lo corrieron por izquierda. Los poquísimos remanentes del anarquismo pacifista vieron tempranamente en Perón al filo nazi fascista que siempre fue. Un militar de extrema derecha, lo suficientemente astuto como para robar las leyes socialistas y ganar el favor de los más necesitados.
Ezeiza fue la revancha moral del anarquismo.
A diferencia de
Perón,
Cristo nunca volvió.
Salvo en el cuento de los hermanos
Karamazov, "
El gran inquisidor" donde
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, describe la Ezeiza posible del cristianismo evangélico.
Sigan al líder.