En el centro conceptual del arte contemporáneo está la idea de la mirada del artista. Durante cientos de años los artistas, actualmente considerados como grandes maestros se veían a sí mismos como artesanos. Poseedores de una técnica muy específica que les permitía cumplir con los encargos generalmente venidos desde los centros de poder, el rey, los nobles o la iglesia.
Durante el Renacimiento con su énfasis en una idea del mundo antropocéntrica, encontramos a los primeros artistas que se mostraban al mundo como tales. Alberto Durero se autorretrató con posturas y simbología que remitían directamente a la pintura religiosa de la época.
Al llegar el siglo XIX comenzaron a ser corrientes algunos personajes como los directores de museos, los galeristas y sobre todo los críticos de arte. Así la vieja idea medioeval de la guilda o corporación de artistas que seleccionaba a sus miembros dejó de ser una realidad social. Los que ahora le decían a la sociedad qué artistas hacían el mejor arte, ya no eran sus pares, sino personas que en la gran mayoría de los casos ni siquiera eran artistas.
La aparición de la fotografía con su perfecta mímesis de la realidad dejó a la pintura en un lugar que necesitaba un reformulación de sus fines. Aunque es justo denotar que la pintura con mayor voluntad de mímesis, el hiperrealismo, es muy posterior.
Un nuevo desplazamiento de conceptos surgió con las corrientes de vanguardia de principios del siglo XX. Ahora la práctica artística no involucraba tanto una técnica, sino un gesto.
La aparición del arte conceptual, reconocida a posteriori en el gesto de Marcel Duchamp al emplazar un mingitorio como fuente; se vio convalidada y entronizada, como muy bien apunta Arthur Danto; en las cajas Brillo de Andy Warhol. Unas cajas de detergente común que Warhola, tal su verdadero nombre polaco, llevaba a la galería de arte, ese "cubo blanco" y convalidaba como obras de arte.
Entonces lo que realmente convierte a algo en obra de arte es la mirada del que la ve. El arte como un señalamiento de porciones de la realidad desde una percepción nueva. Muy similar a la famosa frase "esse est percipi" (ser es ser percibido).
Un idealismo subjetivo a la manera del obispo irlandés George Berkeley, el del retrato, como forma de práctica artística.
Lo interesante es que no sólo cualquier cosa podrá ser señalada como obra de arte (lo señalado), sino que cualquiera podrá tener esa "mirada" y convertirse en artista (el señalador).
Durante el Renacimiento con su énfasis en una idea del mundo antropocéntrica, encontramos a los primeros artistas que se mostraban al mundo como tales. Alberto Durero se autorretrató con posturas y simbología que remitían directamente a la pintura religiosa de la época.
Al llegar el siglo XIX comenzaron a ser corrientes algunos personajes como los directores de museos, los galeristas y sobre todo los críticos de arte. Así la vieja idea medioeval de la guilda o corporación de artistas que seleccionaba a sus miembros dejó de ser una realidad social. Los que ahora le decían a la sociedad qué artistas hacían el mejor arte, ya no eran sus pares, sino personas que en la gran mayoría de los casos ni siquiera eran artistas.
La aparición de la fotografía con su perfecta mímesis de la realidad dejó a la pintura en un lugar que necesitaba un reformulación de sus fines. Aunque es justo denotar que la pintura con mayor voluntad de mímesis, el hiperrealismo, es muy posterior.
Un nuevo desplazamiento de conceptos surgió con las corrientes de vanguardia de principios del siglo XX. Ahora la práctica artística no involucraba tanto una técnica, sino un gesto.
La aparición del arte conceptual, reconocida a posteriori en el gesto de Marcel Duchamp al emplazar un mingitorio como fuente; se vio convalidada y entronizada, como muy bien apunta Arthur Danto; en las cajas Brillo de Andy Warhol. Unas cajas de detergente común que Warhola, tal su verdadero nombre polaco, llevaba a la galería de arte, ese "cubo blanco" y convalidaba como obras de arte.
Entonces lo que realmente convierte a algo en obra de arte es la mirada del que la ve. El arte como un señalamiento de porciones de la realidad desde una percepción nueva. Muy similar a la famosa frase "esse est percipi" (ser es ser percibido).
Un idealismo subjetivo a la manera del obispo irlandés George Berkeley, el del retrato, como forma de práctica artística.
Lo interesante es que no sólo cualquier cosa podrá ser señalada como obra de arte (lo señalado), sino que cualquiera podrá tener esa "mirada" y convertirse en artista (el señalador).
Me permito entonces "señalar" algunas obras de arte sin artistas, dentro de lo muy chico y dentro de lo muy grande.
La piel de una jirafa.
La piel de una jirafa.
El ojo de un pez.
Las alas de una mariposa.
Las plumas de un pájaro.
Por último imágenes del espacio exterior. Nuevas fotografías del Hubble.
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